El problema es que la mayoría de quienes consumen este fármaco lo hacen fuera de indicación y no conocen sus efectos secundarios.
En diciembre pasado, la Agencia Estadounidense del Medicamento (FDA) publicó una alerta sobre un medicamento llamado gabapentina. Se había convertido ese mes en el medicamento más recetado en varios estados del país. En mayo, era el quinto medicamento más recetado en todo EEUU. Este fármaco, que no es un opioide, también está aprobado en España para tratar la epilepsia y el dolor relacionado con el daño a los nervios, llamado neuropatía.
Pero el motivo principal por el que la gente lo consume es que también actúa como sedante y combate el dolor crónico. Sus efectos relajantes han contribuido a que su demanda haya crecido en España un 50% en sólo cuatro años. El problema es que la mayoría de quienes lo consumen lo hacen fuera de indicación y no conocen sus efectos secundarios.
¿Qué es? La gabapentina es un análogo de la sustancia química cerebral natural GABA (ácido gamma-aminobutírico), que funciona como tranquilizante, calmando la ansiedad y reduciendo las convulsiones cerebrales. Tanto la gabapentina como la pregabalina son los dos gabapentinoides actualmente comercializados en España que están indicados para el tratamiento de la epilepsia, el dolor neuropático, la neuropatía diabética y la neuralgia posherpética. Incluso tiene indicación para tratar el trastorno de ansiedad generalizada.
Pero puesto que se considera no adictivo, diversos organismos y empresas lo han promocionado como una alternativa a los opioides para el dolor crónico, esos que han llevado a Estados Unidos a una crisis sanitaria sin precedentes por sobredosis del ahora gigante de las drogas: el fentanilo.
Incremento de la demanda en España. Según un informe de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), el consumo de gabapentina y pregabalina entre 2008 y 2016 aumentó un 17%. Y otro informe reciente de la consultora HMR señala que sus ventas se han incrementado un 50% en los últimos cuatro años. Más de un millón de cajas vendidas sólo en el mes de octubre.
Sin embargo, un estudio reciente publicado en Gaceta Sanitaria, la revista científica de la Sociedad Española de Salud Pública, asegura que la mitad de quienes los consumen lo hacen para otros fines de los aprobados. Lo mismo está sucediendo en EEUU, donde la FDA avisa de su preocupación: «Nuestra evaluación muestra que las prescripciones de estos medicamentos han crecido, así como su mal uso y abuso».
Para otros fines. Como decíamos antes, esta alerta llega por el uso extendido de pregabalina y gabapentina en indicaciones no autorizadas por la AEMPS en su ficha técnica, como el dolor lumbar, la fibromialgia, la migraña y el síndrome de piernas inquietas, entre otras. De hecho, a estos fármacos se les llama budweisser drugs (como la marca de cerveza) porque también inducen un estado similar al de embriaguez lo que ha amplificado su uso recreativo (aún más), generando problemas de salud entre quienes los consumen.
Efectos secundarios. Entre los efectos adversos descritos por las autoridades sanitarias se encuentran el aumento de peso (incrementa el apetito) y la depresión respiratoria, de la que ya había alertado la FDA. Además, se han descrito trastornos hematológicos graves y la posibilidad de la aparición de malformaciones cardíacas en el feto y distintas complicaciones durante el embarazo asociadas a la pregabalina, cuyo usos en mujeres embarazadas no está recomendado. Por todo eso, en el Reino Unido los gabapentinoides pasaron a ser en 2019 sustancias controladas.
¿Qué dicen los expertos? En el artículo mencionado de la Gaceta Sanitaria hacen hincapié en la necesidad de llevar a cabo un plan de desprescripción, para que solo los tomen quienes realmente los necesitan. Según una de las autoras, Amaya Echeverría, su expansión tiene una raíz similar a la de los opiáceos en EEUU: «Ha habido un gran marketing de las farmacéuticas, que han maximizado la comunicación de sus beneficios y minimizado la de sus efectos adversos».
En este artículo de El País, Francisca González, experta en farmacovigilancia de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), explica que se su desorbitada demanda llega por las cada vez mayores restricciones a otros fármacos como benzodiacepinas y opiáceos: «Cuando quitas de un lado, normalmente se desvía a otro. Y muchas veces, ante la persistencia de los dolores, están combinando varios, lo que puede dar lugar a más problemas», señala.
En ese mismo artículo, Ancor Serrano, coordinador del Grupo de Trabajo de Dolor Neuropático de la Sociedad Española del Dolor, subraya que “no preocupa tanto el abuso como la falta de medicamentos eficaces contra el dolor”. E incide en que habría que declarar el dolor “enfermedad huérfana” para dar ventajas fiscales a las farmacéuticas que investigasen en nuevos remedios.